LOS NEGROS PERROS CALLEJEROS

Cuando se acabó la AVI, los perros salieron de los pozos y quemaron y rompieron y violaron y mataron todo lo que pudieron; y nosotros miramos, gritamos y lloramos como las pobres tristes personas de siempre.

No sé si tengo miedo por ser un viejo de ciento tres años o porque soy un cobarde.

El piso 30 me protege y me sirve de grandioso mirador de la grandiosa destrucción perpetrada por los negros perros callejeros.

Mi Asistente me sobrecoge con sus Muestras y la Cargacaliente hierve de calentura, ansiosa por Descarga.

La luz parpadea y se apaga. Son solo tres minutos que malgasto gritando de furia y quejándome por mi desgraciada vida. La vuelta de la luz me encuentra sudado y tembloroso.

No hay contactos ni Descarga para la Cargacaliente; y su calentura me explota en la frente y me late en las sienes.

Tomo agua verde para calmarme, mientras me preparo para el contacto, cuando la oscuridad vuelve. Sigue leyendo

LOS DIAS DE LA TREGUA

(En homenaje a Philip K. Dick y, en especial, a su cuento «Planeta de Paso» (Planet for Transients), que fuera publicado en 1953.)

Las algas se retiraron y con ellas se fueron los arrancadedos. Así lo avisaron. El pronóstico fue de tres días despejados, al menos, pero puede fallar, así que no es cuestión de desperdiciar tiempo.

 

Todos salimos a mirar el mar de cerca y la mayoría se preparó a nadar, aprovechando los días de la tregua. Los chicos no, claro. Los muy viejos tampoco. Y los alérgicos, menos, pero no somos muchos.

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MI MUERTE ES AZUL

Este cuento se inspiró en la obra «Desnudo V», del artista plástico y escritor Eduardo Poggi.

Desnuda es perfecta, o eso me parece. La veo enorme, soberbia, con esos senos que son tetas, porque senos, en su caso, no significa nada.  “Senos” es casi un eufemismo a la hora de describir esas… ¿montañas?, ¿globos?, ¿deliciosas prominencias? …no…tetas, no hay otra palabra: soberbias tetas en el soberbio cuerpo de una soberbia hembra. Ese cuerpo no inspira poesía, inspira lujuria, hipnótica lujuria, catártica lujuria.

Ahí está, parada, con las manos detrás de la cabeza y el cuerpo girando en una pose de estatua griega clásica: las piernas hacía un lado, el torso hacía el otro. Una belleza al completo y por completo indiferente a lo que la rodea.
A mí, por ejemplo.

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EL MARAVILLOSO MUNDO DE OBDULIO

Obdulio Reyes era uno de los tipos más anónimos del mundo. Él lo sabía y disfrutaba con ello. Toda su vida había sido medianamente gordo, medianamente alto, medianamente pelado y, por sobre todo, medianamente inteligente o, por lo menos, eso es lo que siempre se ocupó de demostrar.
Se trata de un fulano anteojudo de cincuenta y cinco años, oficinista.
Nunca se había destacado en nada, ni para bien, ni para mal.
No era el mejor trabajando, bromeando, peleando, amando o mintiendo; pero tampoco era el peor. De haber cometido un crimen, a los posibles testigos les hubiera costado mucho describirlo.
Si existe eso llamado «el hombre medio, mediocre, común o gris» ese era Reyes, pero, seguro que tampoco se hubiera destacado por ello.
Obdulio, se sentía contento por su anonimato.
Estaba convencido de poseer una doble personalidad.

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LA MEJOR OFRENDA

La idea, por llamarla de alguna manera, era salir a patotear la calle y masacrar unos cuantos Ecopibes o Sapos o Sangradores o cualquier chico de alguna pendeja y darle un ejemplo a todos para que se calmaran un poco, por lo menos uno o dos días.
Se le había ocurrido al Intendente, vaya uno a saber cuando, o a causa de que.

(Ilustración del artista cubano Abel Ballester)

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