Cuando se acabó la AVI, los perros salieron de los pozos y quemaron y rompieron y violaron y mataron todo lo que pudieron; y nosotros miramos, gritamos y lloramos como las pobres tristes personas de siempre.
No sé si tengo miedo por ser un viejo de ciento tres años o porque soy un cobarde.
El piso 30 me protege y me sirve de grandioso mirador de la grandiosa destrucción perpetrada por los negros perros callejeros.
Mi Asistente me sobrecoge con sus Muestras y la Cargacaliente hierve de calentura, ansiosa por Descarga.
La luz parpadea y se apaga. Son solo tres minutos que malgasto gritando de furia y quejándome por mi desgraciada vida. La vuelta de la luz me encuentra sudado y tembloroso.
No hay contactos ni Descarga para la Cargacaliente; y su calentura me explota en la frente y me late en las sienes.
Tomo agua verde para calmarme, mientras me preparo para el contacto, cuando la oscuridad vuelve. Sigue leyendo →